Una de las sorpresas que depara la investigación genealógica, acentuada en zonas geográficas concretas es la denominada endogamia.
En 1977 un reportero del New Yorker, Alex Shoumatoff, recibió por parte de un editor de libros, el encargo de realizar su propia historia familiar. Al parecer el encargo lo tomó con urgencia, ya que sus dos abuelas sumaban más de 180 años. Al recopilar cierto material genealógico, pudo descubrir con grata sorpresa, que sus dos abuelas de origen ucraniano (Adamovich, Vivots) tenían relaciones de parentesco en el siglo XVII, aunque ambas no se conocieron en el pasado.
Durante ese periodo de su investigación obtuvo un interesante árticulo "Conneting Your Pedigree Into Royal, Noble and Medieval Families", firmado por Robert C. Gunderson.
Este autor explicaba como al comenzar cualquier historia familiar, calculando el multiplicar nuestros progenitores por dos, una y otra vez (padres, abuelos, bisabuelos, etc.), cualquier persona habría tenido, (basándonos en una media de 25 años por generación), algo así como doscientos ochenta y un billones de antepasados vivos en la época de Carlomagno. Esto es como si el árbol genealógico de cualquier persona, experimentara una explosión demográfica retrogresiva.
Ni mucho menos, en el siglo IX hubo tal cantidad de población. Existe una razón que evita que se produzca ese hecho, y es el fenómeno que podríamos denominar "colapso genealógico". Este se produce cuando primos cercanos se casan entre si, en uniones hechas a propósito, como aquellas fortuitas entre primos distantes.
Ni mucho menos, en el siglo IX hubo tal cantidad de población. Existe una razón que evita que se produzca ese hecho, y es el fenómeno que podríamos denominar "colapso genealógico". Este se produce cuando primos cercanos se casan entre si, en uniones hechas a propósito, como aquellas fortuitas entre primos distantes.
Un sociólogo británico Robin Fox, en su estudio "Kinship and Marriage" (Parentesco y Matrimonio), plantea el hecho de que el entorno geográfico de un individuo, puede deberse a la determinación en las elecciones de sus antepasados consanguíneos.
Durante bastante tiempo he ayudado, y actualmente he tomado la responsabilidad, de colaborar en la investigación de la historia familiar de mi esposa. Este hecho me ha producido gratas sorpresas, en relación al alto índice de relaciones de parentesco que mis suegros, de origen castellano, guardan entre ellos.
Utilizando como herramienta cualquier programa genealógico (en mi caso PAF); uno de sus recursos es la denominada calculadora de parentesco.
Pues bien, ambos son 6º primos, como primera relación endogámica, en un abanico que se amplía en un total de 32 relaciones de parentesco, de 9º a 11º grado. Obviaré comentar los numerosos parentescos que guardan entre sí, los descendientes de gran parte de la familias que poblaron, y pueblan ese valle castellano, pero me llena de satisfacción descubrir al pasear por esas localidades, que el panadero, el agricultor, o el sacerdote son una familia solapada por el anonimato.
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